De la no correlación entre el sueldo y el nivel de vida
No sé qué pensarán ustedes. Durante años yo creí que, si trabajaba más y ganaba más dinero, podría permitirme una vida mejor : quizás un piso en buena zona, un barquito para los fines de semana, un buen coche, viajes a Mali... Pero, para mi sorpresa, he descubierto que mi esperanza era vana : el dinero que un hombre ingresa ya no determina el tipo de vida que lleva.
Tengo un amigo (más bien conocido), Juan, que es albañil. Es un buen profesional. Hace desde una roza hasta un muro de hormigón. También le da un poco a la electricidad y otras chapuzas. El otro día me enseñó un presupuesto que había hecho para un cliente : por cambiar una cerradura de seguridad, 1.200€ . ¡En un día de trabajo!. Le interrogué y me confesó lo que suele ganar al mes, que resultó ser más del triple de lo que gano yo. Estarás forrado, pensé. Llevarás una vidorra. Y, sin embargo, observando la vida que lleva, veo que sigue siendo una vida de albañil. Trabaja de sol a sol, nunca hace un viaje (aunque una vez fue a Mallorca), conduce una furgoneta Berlingo, y su casa está en un barrio humilde de Madrid. Se está haciendo, eso sí, un chalet, en Segovia.
Emilio, el tío de mi mujer, es lo que yo considero un empresario de éxito : de camarero ha pasado a propietario de una próspera panadería. Fruto de ella tiene ya dos pisos en propiedad (además del local de la panadería), pero sigue viviendo como un camarero. Sus hijos han heredado también la forma de vida.
Mi prima Eva : alta directiva, gana en un año lo que yo en 5, y vive exactamente la vida que llevaba cuando comenzó a trabajar (sólo que sin tiempo), la que su familia le enseñó.
Son todos casos de gente que, con altos ingresos mensuales, llevan una vida no diferente de la de cualquier asalariado sin ambición del engranaje empresarial. Y no son raros.
Veamos ahora el caso de otro amigo, Carlos, que es abogado. Su sueldo (no lo sé : lo estimo), es un sueldo medio. Pues bien : Carlos vive en un piso de 180 m2 del barrio de Salamanca, conduce un Mercedes 4x4 negro, y no pasa un invierno sin ir dos semanas a Baqueira ni un verano sin pasearse por la islas griegas en yate. Otro nivel (literalmente). Claro : Carlos pertenece a una familia "de dinero", mucho dinero.
Se dirá que son casos extremos. Sí : lo son. Pero el extremo de una normalidad que vemos día a día a nuestro alrededor, en medio de la cual, estamos la mayoría. En todos estos casos no es el salario, sino un status heredado, el que marca su tipo de vida. Mi caso : desde que comencé a trabajar, hace más de 20 años, he multiplicado por 4 mi sueldo sin haber notado diferencias sustanciales en mi clase de vida : aquella que ya tenía incluso antes de ganármela yo, la que llevaba mi familia. La sociedad se las arregla contínuamente para poner a nuestro alrededor necesidades que absorven cualquier incremento salarial. Y es que no es un sueldo, sino la “infraestructura familiar” (propiedades, educación, amigos, influencias) lo que determina realmente el tipo de vida que una persona lleva.
Añadiré algo más, porque no sólo de pan vive el hombre. De las novias y mujeres de mis amigos, solamente la novia de Carlos tendría tres estrellas en mi guía Michelín (no se interprete esta sesgada visión como machismo : es que yo soy hombre, y mi prima no tiene tiempo para novios).
En definitiva, que pese a las apariencias, seguimos teniendo una sociedad de clases marcadísima. Si el dinero puede determinar la vida que podemos llevar es el dinero que se tiene, y no el que se gana, porque los escalones a salvar, las diferencias económicas para cambiar de vida, no están al alcance de un salario. Ningún sueldo puede pagar un buen piso en el barrio de Salamanca, un yate, o las comidas en el Bulli. Y todo lo demás no son sino sucedáneos de pequeñoburgués.
Jacinto Ortega (Artículo incluido en “Miro hacia abajo y sólo veo mis pies”)
Tengo un amigo (más bien conocido), Juan, que es albañil. Es un buen profesional. Hace desde una roza hasta un muro de hormigón. También le da un poco a la electricidad y otras chapuzas. El otro día me enseñó un presupuesto que había hecho para un cliente : por cambiar una cerradura de seguridad, 1.200€ . ¡En un día de trabajo!. Le interrogué y me confesó lo que suele ganar al mes, que resultó ser más del triple de lo que gano yo. Estarás forrado, pensé. Llevarás una vidorra. Y, sin embargo, observando la vida que lleva, veo que sigue siendo una vida de albañil. Trabaja de sol a sol, nunca hace un viaje (aunque una vez fue a Mallorca), conduce una furgoneta Berlingo, y su casa está en un barrio humilde de Madrid. Se está haciendo, eso sí, un chalet, en Segovia.
Emilio, el tío de mi mujer, es lo que yo considero un empresario de éxito : de camarero ha pasado a propietario de una próspera panadería. Fruto de ella tiene ya dos pisos en propiedad (además del local de la panadería), pero sigue viviendo como un camarero. Sus hijos han heredado también la forma de vida.
Mi prima Eva : alta directiva, gana en un año lo que yo en 5, y vive exactamente la vida que llevaba cuando comenzó a trabajar (sólo que sin tiempo), la que su familia le enseñó.
Son todos casos de gente que, con altos ingresos mensuales, llevan una vida no diferente de la de cualquier asalariado sin ambición del engranaje empresarial. Y no son raros.
Veamos ahora el caso de otro amigo, Carlos, que es abogado. Su sueldo (no lo sé : lo estimo), es un sueldo medio. Pues bien : Carlos vive en un piso de 180 m2 del barrio de Salamanca, conduce un Mercedes 4x4 negro, y no pasa un invierno sin ir dos semanas a Baqueira ni un verano sin pasearse por la islas griegas en yate. Otro nivel (literalmente). Claro : Carlos pertenece a una familia "de dinero", mucho dinero.
Se dirá que son casos extremos. Sí : lo son. Pero el extremo de una normalidad que vemos día a día a nuestro alrededor, en medio de la cual, estamos la mayoría. En todos estos casos no es el salario, sino un status heredado, el que marca su tipo de vida. Mi caso : desde que comencé a trabajar, hace más de 20 años, he multiplicado por 4 mi sueldo sin haber notado diferencias sustanciales en mi clase de vida : aquella que ya tenía incluso antes de ganármela yo, la que llevaba mi familia. La sociedad se las arregla contínuamente para poner a nuestro alrededor necesidades que absorven cualquier incremento salarial. Y es que no es un sueldo, sino la “infraestructura familiar” (propiedades, educación, amigos, influencias) lo que determina realmente el tipo de vida que una persona lleva.
Añadiré algo más, porque no sólo de pan vive el hombre. De las novias y mujeres de mis amigos, solamente la novia de Carlos tendría tres estrellas en mi guía Michelín (no se interprete esta sesgada visión como machismo : es que yo soy hombre, y mi prima no tiene tiempo para novios).
En definitiva, que pese a las apariencias, seguimos teniendo una sociedad de clases marcadísima. Si el dinero puede determinar la vida que podemos llevar es el dinero que se tiene, y no el que se gana, porque los escalones a salvar, las diferencias económicas para cambiar de vida, no están al alcance de un salario. Ningún sueldo puede pagar un buen piso en el barrio de Salamanca, un yate, o las comidas en el Bulli. Y todo lo demás no son sino sucedáneos de pequeñoburgués.
Jacinto Ortega (Artículo incluido en “Miro hacia abajo y sólo veo mis pies”)
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