Escrever
¡Qué quieren ustedes!… A veces los nervios se destemplan… se pierde el coraje de continuar sin hacer nada... ¡Cansancio de nunca estar cansado! Y se encuentran ritmos al bajar la escalera, poemas tirados en mitad de la calle, poemas que uno recoge como quien junta puchos en la vereda.
Lo que sucede entonces es siniestro. El pasatiempo se convierte en oficio. Sentimos pudores de preñez. Nos ruborizamos si alguien nos mira a la cabeza. Y lo que es más terrible aún, sin que nos demos cuenta, el oficio termina por interesarnos y es inútil que nos digamos : “Yo no quiero optar, porque optar es osificarse. Yo no quiero tener una actitud, porque todas las actitudes son estúpidas… hasta aquella de no tener ninguna…”
Irremediablemente terminamos por escribir : Veinte poemas para ser leídos en el tranvía.
¿Voluptuosidad de humillarnos antes nuestros propios ojos? ¿Encariñamiento con los que despreciamos? No lo sé. El hecho es que en lugar de decidir su cremación, condescendemos en enterrar el manuscrito en un cajón de nuestro escritorio, hasta que un buen día, cuando podíamos preverlo, comienzan a salir interrogantes por el ojo de la cerradura.
¿Un eventual éxito sería capaz de convencernos de nuestra mediocridad? ¿No tendremos suficiente dosis de estupidez, como para ser admirados?… Hasta que uno contesta a la insinuación de algún amigo: “¿Para qué publicar? Ustedes no lo necesitan para estimarme, los demás…”, pero como el amigo resulta ser apocalíptico e inexorable, nos replica : “Porque es necesario declararle, como tú le has declarado, la guerra a la levita, que en nuestro país lleva a todas partes; a la levita con que se escribe en España, cuando no se escribe de bolilla, de sotana, o en mangas de camisa. Porque es imprescindible tener fe, como tú tienes fe, en nuestra fonética, desde que fuimos nosotros, los americanos, quienes hemos oxigenado el castellano, haciéndolo un idioma respirable, un idioma que puede usarse cotidianamente y escribirse de ‘americana’, con la ‘americana’ nuestra de todos los días”. Y yo me ruborizo un poco al pensar que acaso tenga fe en nuestra fonética y que nuestra fonética acaso sea tan mal educada como para tener siempre razón… y me quedo pensando en nuestra patria, que tiene la imparcialidad de un cuarto de hotel, y me ruborizo un poco al constatar lo difícil que es apegarse a los cuartos de hotel.
¿Publicar? ¿Publicar cuando hasta los mejores publican un 1071% veces más de lo que debieran publicar? Yo no tengo, ni deseo tener, sangre de estatua. Yo no pretendo sufrir la humillación de los gorriones. Yo no aspiro a que me babeen la tumba de lugares comunes, ya que lo único realmente interesante es el mecanismo de sentir y pensar. ¡Prueba de existencia!
Lo cotidiano, sin embargo, ¿no es manifestación admirable y modesta de lo absurdo? Y cortar las amarras lógicas, ¿no implica la única y verdadera posibilidad de aventura? ¿Por qué no ser pueriles, ya que sentimos el cansancio de repetir los gestos de los que hace 70 siglos están bajo la tierra? Y ¿cuál sería la razón de no admitir cualquier posibilidad de rejuvenecimiento? ¿No podríamos atribuirle, por ejemplo, todas las responsabilidades a un fetiche perfecto y omniscente, y tener fe en la plegaria o en la blasfemia, en el albur de un aburrimiento paradisíaco o en la voluptuosidad de condenarnos? ¿Qué nos impediría usar de las virtudes y de los vicios como si fueran ropa limpia, convenir que el amor no es un narcótico para el uso exclusivo de los imbéciles y ser capaces de pasar junto a la felicidad haciéndonos los distraídos?
Yo, al menos, en mi simpatía por lo contradictorio –sinónimo de vida- no renuncio ni a mi derecho de renunciar, y tiro mis Veinte Poemas, como una piedra, sonriendo ante la inutilidad del gesto.
París diciembre 1922.
Oliverio Girondo. Carta a la Púa. Prólogo a Veinte poemas para ser leídos en el tranvía
2 comentarios
O congro -
tio pepin -
"Se miran, se presienten, se desean..."
"Exvoto", pax. 40.
"... para que los hombres les eyaculen palabras al oído...".
"Cansancio", pax. 151.
"Cansado, / sobre todo, / de estar siempre conmigo, /...".
Hai anos que atopei a Girondo. Direi a verdade, cheguei a el por medio de Subiela, do seu "El lado oscuro del corazón". Despois voltei ós seus versos moitas veces. Agora estou contento de atopalo aquí, neste teu blog.