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A cova do congro

Lenguajes (II)

Cuando sacó el pezón de su boca, el niño la observó con una mirada en la que ella quiso ver agradecimiento. Mientras dormía, su madre le miraba, y el rostro del niño reflejaba una paz infinita, contagiosa. Cuando, más adelante, el niño comenzó a caminar, sujetando con fuerza la mano de su madre, ésta veía en sus ojos el esfuerzo, la decisión, y las ganas de aprender. La última vez fue cuando le llevó al mar. Su rostro irradiaba asombro y un agradecimiento que parecía dirigido al mundo entero, por existir.
Después el niño aprendió a hablar. Y ya nunca más dijo cosas importantes.

Julia Olivier (El último paso)

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