Blogia
A cova do congro

Consciencia e universo

1. Fenómenos cuánticos
Tomemos un electrón. Su comportamiento local está determinado por leyes cuánticas, de base probabilística. Girando alrededor de un protón puede tomar –de hecho toma, simultáneamente- una infinidad de órbitas. Pero nuestra observación le hará colapsarse y elegir una de esas órbitas. Es nuestra observación, y no la naturaleza del electrón la que determina la órbita final. Y, tomando el espacio de estados donde el electrón vive, esta órbita observada no es la órbita real (concepto sin sentido), sino aquella donde su espacio y el nuestro se intersecan. La observación no es pues un fenómeno mágico, sino que se limita a presentar ante el espacio infinito de estados, un modelo de solución, una “órbita estable”. Y el electrón nos muestra aquello que encaja en el modelo : una órbita estable concreta.

Tomemos un fotón viajando a velocidad c, con su doble identidad de corpúsculo y onda. Si tratamos de observarlo con un detector de partículas, el fotón se presentará como una partícula. Si, por el contrario, lo observamos con un patrón de interferencia, el electrón se presentará como una onda. Es nuestra observación, el modelo presentado al fotón, el que provoca que la observación sea un fenómeno concreto (onda o partícula), y no una improbable onda-partícula.

2. Cerebro cuántico
Supongamos un cerebro que, de alguna forma, tiene un comportamiento similar al electrón. Una especie de gran resonador cuántico. Supongamos que las complejas y sutiles conexiones cerebrales, globalmente, y merced a la realimentación positiva (firma de la complejidad), siguen patrones cuánticos. Y supongamos que la lógica cerebral es de una algorítmica tal que, ante las bifurcaciones (decisiones), no necesita elegir, sino que recorre simultáneamente y merced a su comportamiento cuántico, todos los caminos. Como el electrón que recorre simultáneamente todas las órbitas. Como un ajedrez que jugase todas las jugadas en paralelo, desdoblándose en un árbol de innumerables ramas, cada una un nuevo espacio de estados distinto. Un cerebro así pensaría, en potencia, todo a la vez. ¿Cómo llegaría, entonces, a surgir una idea concreta, una imagen del mundo, un patrón?. Con una observación. Una observación que podría ser realizada por el propio cerebro, por el cerebro consciente. Éste actuaría como el elemento externo que extrae al sistema cuántico de su potencialidad, colapsando su espacio de estados sobre una idea real. Real en el sentido de que interseca dos espacios de realidades : el inconsciente y el consciente. El primero realiza las infinitas combinaciones de mecanismos posibles y el segundo presenta un modelo de solución, que provoca el tipo de respuesta esperada. En nuestra metáfora del ajedrez, el modelo de solución sería un jaque mate. Cuando presentamos este modelo al infinito espacio de jugadas, éste se colapsa dando un estado compatible con dicho modelo : un jaque mate concreto.

Así el cerebro sería un computador trabajando, no sólo en paralelo, sino doblemente paralelo : cada neurona desdoblándose en el espacio de estados, tomando los infinitos estados posibles. Pero externamente, se limitaría a mostrarnos realidades contínuas (jaques mate por milisegundo), sin ninguna muestra de su mecanismo cuántico interno.

3. Identidad
De esta forma, cada cerebro genera su propia realidad de entre de los infinitos estados posibles, como la intersección de éstos con un modelo de solución. Y esta realidad es única, y sólo evidente para el cerebro consciente que la provoca. Así cada cerebro es realmente único: el único existente. Para este cerebro (no utilicemos todavía la palabra mente) el mundo tiene un comportamiento mecánico, no cuántico, por cuanto éste es el modelo que aplica para aprehenderlo (no puede ser de otra forma), la idea que ha provocado su realidad. Por ello, para este cerebro, los demás cerebros existentes no pueden ser sino máquinas más o menos predecibles, identificadas por su conducta externa, pálido reflejo de otra compleja realidad cuántica interna. Del mismo modo que un fotón interactúa con nuestro detector de partículas, ajenos ambos a sus infinitos espacios de estados.

4. Comunicación
Si los modelos de realidad que provocan el colapso de entre las infinitas realidades posibles (e improbables) son a su vez infinitas es algo irrelevante. Lo relevante es que, entre este conjunto de modelos de realidad, unos pocos son coincidentes entre los distintos cerebros existentes en el mundo. Es esta conjunción de modelos de realidad, esta intersección entre las posibles realidades creadas por los distintos cerebros, la que finalmente compartimos y vivimos bajo la apariencia de única posible, aquella donde los humanos y todos los seres vivos interactúan. En esta intersección (ni afortunada ni contingente: no existe este concepto donde las bifurcaciones son infinitas) es posible un fenómeno a su vez necesario : la comunicación entre los distintos cerebros.
Pero esta comunicación ya no goza de las ventajas de la existencia cuántica de la mente, porque se produce en el universo ya colapsado, intersecado de los cerebros. Es así necesariamente torpe, limitada, frente a la velocidad paralela del cerebro cuántico. Como muy bien expresaba el Asterión de Borges :

“El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande”

5. Leyes del universo
En el contexto cuántico expresado, las leyes físicas son, por tanto, una consecuencia de la consciencia (nuestra consciencia), pues ésta solamente existe donde aquellas son precisamente las que son. De entre las posibles estados cuánticos de la materia, aquellos que producen las leyes físicas (de entre las infinitas) existentes, llegan a generar consciencias que, a su vez (y, como hemos dicho en el fenómenos de la identidad, solamente para ellas) generan la realidad, mundo, universo, existente. No es que la consciencia cree el mundo. Es algo más modesto : la consciencia crea el mundo donde la consciencia existe.

6. El origen del universo
Si las leyes físicas son contingentes, y el concepto de existencia del universo solamente puede darse donde existen consciencias que aprecien este concepto, es esta mutua realimentación universo-consciencia, esta intersección de posibles estados, a su vez, la causa de la existencia de ambos. Solamente en un universo con el origen y la historia del nuestro podrían existir nuestras consciencias dando, a su vez, testimonio de su existencia. Podrán existir (¿?) a su vez infinitos universos paralelos, pero, sin observadores que lo ‘colapsen’, no tendrán (al menos desde nuestro espacio de estados) existencia real.

The James L. Oxford’s Universe

1 comentario

miguel -

curiosa teoria.
Yo ultimamente barruntaba algo parecido pero mas torpemente.Solo te falta decir que en caso de existir dios este seria una combinacion de todas las consciencias existentes.